Xalapa.- Cuando Leopoldo Chávez Hernández tenía quince años, los árboles frondosos que ahora lo rodean medían menos de dos metros y apenas comenzaban a llenar el espacio que dejó el bosque anterior, después de haber sido arrasado por el fuego y la tala. “Haga de cuenta —dice— que eran como una siembra de maíz, parejita, sólo había uno que otro árbol grande”.
Leopoldo Chávez está a punto de cumplir 82 años. Su memoria y condición física son notables, sobre todo cuando camina con agilidad por estas veredas. El hombre cuenta que, desde hace casi 70 años, los habitantes del Ejido Agua de los Pescados conservan 599 hectáreas de pinos y oyameles, una superficie similar a la que ocuparían casi 800 canchas de futbol.
La zona forestal que ahora recorre Leopoldo Chávez es conocida como Agua Escondida y forma parte del Parque Nacional Cofre de Perote. En este lugar, que forma parte de la cuenca del Pixquiac, se encuentran los manantiales donde brota el 38% del agua que, a 50 kilómetros de distancia, utilizan los cerca de medio millón de habitantes de la ciudad de Xalapa, en el estado de Veracruz.
Hace décadas que la comunidad, en asamblea, decidió prohibir el pastoreo de animales dentro del bosque. Y, desde hace unos años, organizaron rondas de vigilancia para impedir la tala.
“No podemos derribar el bosque porque de él nos sostenemos para cualquier cosa”, dice Chávez, quien es el comisariado ejidal de Agua de los Pescados.
Los habitantes del ejido cuidan con celo esta zona forestal. Tienen razones de sobra para hacerlo. El bosque no sólo les otorga la leña que ocupan para enfrentar las bajas temperaturas que dominan en esta región, también les permite contar con ingresos por ecoturismo, por la venta de la madera que producen en forma sustentable o por el pago de servicios ambientales.
Desde 2007, 108 ejidatarios de Agua de los Pescados comenzaron a recibir una compensación económica de la Comisión Nacional Forestal (Conafor) por conservar los bosques que permiten llevar agua a los habitantes de Xalapa. En 2011, la comunidad se integró al Comité de Cuenca del Río Pixquiac (Cocupix), organismo que continuó con la compensación por servicios ambientales hidrológicos.
Árboles entre papas
Leopoldo Chávez recuerda que, en 1937, apenas dos meses después de que se creó el ejido y se le dotó de sus tierras, se publicó el decreto de creación de un parque nacional alrededor del Cofre de Perote, volcán que con sus 4 mil 282 metros de altitud es el octavo más alto del país.
Con el decreto se pintó una línea imaginaria en el mapa que colocó 1269 hectáreas, casi todo el territorio del ejido Agua de Los Pescadores, dentro del área natural protegida; el resto, 353, quedó fuera.
Cuando se realizó la expropiación de tierras para el parque, ninguna autoridad reparó en que 800 hectáreas del ejido, dedicadas al cultivo de papa, quedaron dentro del parque y, por lo tanto, ahí ya no podía realizarse esa actividad.
Al final, los ejidatarios llegaron a un acuerdo con las autoridades federales para respetar las áreas de siembra. Lo mismo sucedió con otros diez ejidos con tierras dentro del área natural protegida. Eso provocó que, con el tiempo, en el lugar se tenga una imagen de contrastes: zonas donde predomina el verde de los pinos y oyameles, pero que se encuentran rodeadas de amplias extensiones deforestadas dedicadas a la siembra de papa.
Raúl Álvarez Oceguera, director del Parque Nacional Cofre de Perote, estima que dentro del área natural hay, al menos, 5 mil hectáreas dedicadas al cultivo de papa, avena, garbanzo, haba, trigo y forrajes.
En Agua de Los Pescados, la siembra de papa no se ha terminado. Sin embargo, a diferencia de varios de sus vecinos, en esta comunidad de poco más de dos mil habitantes decidió detener la expansión del cultivo y conservar casi 600 hectáreas de bosque. Y por eso, Álvarez reconoce a esta comunidad como un ejemplo del manejo sustentable de los recursos forestales.
Pagar por cuidar las fuentes de agua
Al llegar a la zona conocida como Agua Escondida, Leopoldo Chávez muestra el lugar donde se encuentran los manantiales que siguen vivos gracias al bosque que conserva el ejido. Unas tapas metálicas protegen la infraestructura que se construyó para llevar el agua que brota en estas tierras a la ciudad de Xalapa, así como a las comunidades de Los Pescados, Rancho Viejo y el Zapotal.
“Nosotros —explica Chávez— ya cuidábamos el bosque cuando en 2011 vino la organización de Sendas a echarnos la mano. Ahora se nos retribuye el agua que enviamos a la ciudad”.
El comisariado ejidal habla de una iniciativa que comenzó en 2006, cuando la asociación civil Senderos y Encuentros para un Desarrollo Autónomo Sustentable (Sendas) y otras organizaciones ambientales crearon el Comité de Cuenca del Río Pixquiac (Cocupix), para impulsar el buen manejo de los recursos naturales y el desarrollo integral de los habitantes de la cuenca.
Para lograr sus objetivos, los integrantes del Cocupix decidieron poner en marcha el Programa de Compensación por Servicios Ambientales, el cual consiste en pagar a las comunidades que conserven el bosque.
El pago de servicios ambientales, asistencia técnica, monitoreo de acuerdos de conservación de fauna y flora, se paga con recursos de la Comisión Nacional Forestal y la Comisión Municipal del Agua de Xalapa (Cmas), donde el Comité de Cuenca del río Pixquiac (Cocupix) es cofirmante.
Los ejidatarios de Agua de Los Pescados obtienen este pago desde 2007 con la Conafor; en 2010, en asamblea, decidieron cambiarse al Cocupix, donde los recursos de la Conafor se suman a los locales, aportando más recursos por hectárea. En 2021, firmaron un nuevo convenio por cinco años para recibir 1300 pesos (alrededor de 63 dólares) por hectárea de bosque que conserven.
Para Hectór Mota Velazco, quien está al frente de la Comisión Nacional Forestal (Conafor) en Veracruz, los habitantes de este ejido son “los guardianes del agua de la ciudad”. El pago de servicios ambientales, resalta, es “el reconocimiento de la sociedad a la labor de los campesinos en la montaña. Cuando estamos en la ciudad abrimos la llave y queremos que (el agua) nunca se acabe, pero no preguntamos de dónde viene, entonces pagar por esto es un reconocimiento a las comunidades”.
Georgina Vidriales Chang, de Sendas e integrante del comité de cuenca, destaca que “no puede ser sólo extracción de recursos, tiene que haber un intercambio de beneficios entre el campo y la ciudad. Aunque iniciamos campañas para sensibilizar, es necesario permear más en la sociedad para que sepan de dónde viene el agua”.
El ejido Agua de Los Pescados no es el único que recibe este pago por servicios ambientales: dentro del programa están un total de 1474 hectáreas, localizadas en la cuenca del Pixquiac, que pertenecen a ejidos, comunidades y predios de conservación privada.
“Veracruz es pionero en los servicios ambientales hace casi 20 años. El Fideicomiso Coatepecano para la conservación del Bosque y el Agua (Fidecoagua,) que conserva la cuenca El Gavilán en el bosque mesófilo de montaña, en la región centro del estado, fue el primero en cobrar en los recibos del agua por servicios ambientales. Somos un ejemplo”, dice el representante de Conafor, Mota Velazco.
Guardias para detener la tala
Leopoldo Chávez, comisariado ejidal; Juan Gabriel Monfil, de la comisión de vigilancia y Martín Sánchez Durán, tesorero de la asamblea, muestran a Mongabay Latam los trabajos que realizan los ejidatarios para mantener el bosque en buenas condiciones.
Quien camina por estas veredas se encuentra con diferentes especies de árboles como el chamaite (Pinus montezumae), el pino colorado (Pinus pátula), el acalocote (Pinus ayacahuite) y el encino (Quercus spp.)
Los ejidatarios muestran las brechas cortafuego —caminos en medio del bosque— que han construido para que, en caso de un incendio, se pueda detener su propagación. En su último conteo se registraron más de 16 kilómetros de brechas realizadas alrededor del parque. Además, hacen monitoreo de flora y fauna.
Alrededor del bosque hay letreros donde se advierte que son “parcelas de bosque protegido”. Eso no ha detenido a quienes realizan tala clandestina. Por eso la vigilancia es una de las principales tareas del ejido. Gabriel Monfil, del comité de vigilancia, explica que todos los días, entre seis y siete personas hacen guardias nocturnas: a partir de la medianoche, suben al bosque.
Mientras camina por el bosque, Chávez no deja de observar las marcas en la tierra, dice que son las huellas de los caballos: “Se ve que vinieron a merodear, hay que poner cuidado aquí, ya vinieron a mirar que se llevan”, dice a los ejidatarios.
Entre 2001 y 2020, el Parque Nacional Cofre de Perote perdió 116 hectáreas de cobertura arbórea, de acuerdo con el análisis de imágenes satelitales de la plataforma Global Forest Watch. Además, desde 2015 y hasta diciembre de 2021, se han registrado 121 alertas por deforestación.
A lo largo del 2021, la Profepa contabilizó seis denuncias por derribo de árboles, de acuerdo con información obtenida vía transparencia. En marzo de ese año, la dirección del parque nacional presentó una denuncia por tala ilegal en la colonia Agrícola Progreso, ubicada al interior del área natural protegida.
Vivir del manejo del bosque
El ejido Agua de los Pescadores se ubica a poco más de 3 mil metros de altitud. Los lugareños se dedican a la producción de papa de varias variedades, siembran maíz, crían borregos y complementan sus ingresos con el manejo sustentable del bosque.
Además de recibir el pago por servicios ambientales, los ejidatarios tienen un programa de manejo forestal —para las 75.7 hectáreas de su bosque que no se encuentran dentro del parque nacional—, lo cual les permite producir madera de una forma sustentable.
Las operaciones de manejo forestal se realizan bajo un sistema silvícola de bajo impacto y una práctica responsable. Su programa de manejo forestal fue aprobado por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) hasta el 2024 con diez anualidades de 1,159 metros cúbicos cada una.
El aprovechamiento forestal del ejido está distribuido en pequeñas áreas del bosque y representa el 4.6% de la superficie total de su territorio.
Los ejidatarios comentan que les gustaría incorporar más áreas de terreno al manejo forestal, pero saben que tienen como limitante estar dentro de un área natural protegida, por lo que la única opción que tienen para obtener más recursos económicos es aumentar el pago por servicios ambientales.
María Luisa León Mateos, encargada del programa Bosques y Agua de la asociación civil Sendas, explica que a la par del cuidado del bosque, en la comunidad se han impulsado proyectos productivos de ecoturismo, huertos familiares, estrategias de comercialización de productos agroecológicos, entre otros.
El ejido, por ejemplo, es parte de la ruta del Cofre de Perote, proyecto ecoturístico de senderismo dentro del área natural protegida. También iniciaron una purificadora de agua obtenida de uno de sus manantiales, aunque desde hace tres años no funciona por la falta de insumos; los planes son reactivarla en los próximos meses.
El trabajo comunitario, dice León Mateos, ha servido para que los campesinos “tomen las riendas” del cuidado del bosque y el agua: “Antes se inconformaban, porque no recibían nada por cuidar el bosque, ahora su mirada ha cambiado. Hacen vigilancias diarias para evitar la tala, toman acuerdos en asamblea para evitar la simulación en el cuidado y entre ellos se vigilan para la conservación adecuada”.
Uno de los proyectos que ha tomado más fuerza es la cooperativa Aroma de Montaña, creada hace cinco años e integrada por diez mujeres que lograron crear una “farmacia viviente” con la producción y transformación de plantas aromáticas y medicinales del bosque.
“Hacemos pomada, jabones, cremas, champú, gel antibacterial, bolsas de té y aceites, y los comercializamos para apoyar la economía familiar”, explica Blanca Estela Pérez Salazar, integrante de la cooperativa.
Las mujeres transformaron seis hectáreas de siembra de papa en una área forestal. Sembraron pinos y, a finales del 2021, comercializaron algunos de ellos como árboles de navidad. Los árboles están sembrados entre hortalizas y plantas medicinales.
Apostar por la agroecología
El que las mujeres decidieran cambiar la producción de papa por siembra de árboles no es cosa menor, sobre todo en una zona donde el cultivo del tubérculo se enraizó desde hace ya varias décadas. Hoy son cerca de 300 productores en la región.
En estas tierras, la siembra de papa se popularizó en los años ochenta y con ello llegó también el uso excesivo de agroquímicos para lograr cosecha más rápidas.
La instalación del Comité de Cuenca del Río Pixquiac (Cocupix) también propició que algunos productores probaran métodos ecológicos para sembrar papa libre de agrotóxicos. Aunque el proyecto es incipiente — apenas cinco hectáreas en la zona— , ya generó la curiosidad de varios campesinos.
Humberto Chávez, miembro de la brigada contra incendios del ejido, decidió romper con los métodos tradicionales de cultivo que su familia siguió durante 40 años y apostó por la producción de papas libres de agrotóxicos. Hoy realiza su siembra en dos hectáreas, tiene su propia biofábrica de abono orgánico y ha logrado rendimientos superiores a los que tienen productores tradicionales.
El caso del ejido Agua de Los Pescados está sirviendo de ejemplo para que otras comunidades de la región se animen a diseñar un plan de cuidado de su bosque. Una de ellas es la comunidad de Tembladeras —ubicada a 7 kilómetros del ejido, en el municipio de Xico y también dentro del Parque Nacional Cofre de Perote—, en cuyo territorio hay manantiales que también otorgan agua a la ciudad de Xalapa.
Georgina Vidriales Chang, de Sendas, asegura que en 2022, Tembladeras se sumará con 200 hectáreas de conservación ambiental dentro de la cuenca del Pixquiac.
Invertir en los bosque para tener agua
En Xalapa, la falta de abasto de agua se ha agudizado, Tajín Fuentes, de la organización Sendas, explica que la ciudad vive un estrés hídrico derivado de un crecimiento acelerado de consumidores de agua, mientras las fuentes de abasto son las mismas desde hace 30 años.
Para buscar una solución, en 2018 un grupo de académicos y organizaciones de la sociedad civil realizaron la Estrategia para la Gestión Integrada del Recurso Hídrico en Xalapa que concentra acciones para atender el problema de abasto de agua.
La estrategia incluyó, a partir del 2021, el pago voluntario del 2% del recibo del agua para servicios ambientales.
El dinero recaudado servirá para ampliar el pago por servicios ambientales en el Pixquiac y otras cuencas como el Huitzilapan, en el estado de Puebla, de donde viene el 60% del agua de Xalapa. La meta es lograr hasta 3 mil hectáreas de conservación de bosques.
Tajín Fuentes reconoce que los recursos destinados para el pago por servicios ambientales y conservar la cuenca del Pixquiac son pocos: “Si quisiéramos impactar de forma masiva debería crecer mínimo unas cinco o seis veces más el pago”, advierte.
En el ejido Agua de Los Pescados, a más de una hora de distancia de Xalapa, hay dudas sobre si el programa que ahora apoya la comisión de agua de Xalapa se podría ampliar o permanecerá con el cambio de gobierno en este 2022.
Vidriales, quien junto a un equipo de ambientalistas lograron hacer obligatorio para el gobierno municipal de Xalapa su participación en los fondos para el pago de servicios ambientales, es optimista y asegura que si se logra una visión compartida entre las autoridades y ejidos, se podrían tener más recursos para ampliar las hectáreas de conservación ambiental y garantizar el abasto de agua a la ciudad. Y, sobre todo, ampliar los proyectos para los habitantes del ejido Agua de los Pescados, guardianes de los bosques que aún siguen en pie.
Leopoldo Chávez sabe que la preservación ambiental es la llave para garantizar el futuro de miles de familias: “El bosque es lo que tenemos, no lo podemos derribar. Lo que interesa es que de aquí a mañana la gente no sufra las consecuencias, mejor cuidamos”.
Con información de AVC/Flavia Morales
Reportaje publicado en Mongaby Latam