Ya estamos por finalizar un año más. Y me preparo a la última entrega editorial de este año que termina. Saliéndome de mi costumbre editorial ahora dejo atrás reflexiones sobre la vida política, social y económica de México. Hoy quiero escribir en relación a las fechas que se aproximan.
Seamos o no cristianos y dentro del cristianismo católicos o no, la gran mayoría de las personas celebran estas fechas, reconocen que hace más de 2000 años nació Jesús el Salvador del mundo. Un hombre que vino a dar paz, a predicar con el ejemplo lo que es el amor, la caridad, el perdón y para vivir bien.
Es curioso ver como se celebra con grandes fiestas, regalos, adornos y muchas cosas más este acontecimiento que marcó la historia de la humanidad, pero pocos son los que realmente viven la Navidad como debe ser, un nacimiento a una nueva vida.
Los últimos dos años en la historia de la humanidad y del Planeta hemos estado inmersos en una plaga, una enfermedad que vino a poner a prueba nuestra capacidad de amar, de ser solidarios, de ser capaces de entender la pequeñez. Tiempos difíciles y problemas nuevos que nos pusieron a prueba, pusieron a prueba nuestra capacidad para ser humanitarios.
Momentos en los que además de hacer lo nuestro a través de la ciencia eran momentos para ofrecer a Dios nuestras acciones y que los científicos y los responsables de manejar de manera comunitaria la situación entendieran que era momento de ponerse en manos de Dios. Hoy en estas fechas celebramos el nacimiento del hijo de Dios, pero ¿Realmente nos ponemos en manos de Dios?
Es increíble ver como todos estamos cansados, enojados, asustados por la Pandemia, pero más increíble es ver cómo millones de personas no hacen nada por apoyar a que esta plaga termine. Nos hemos olvidado realmente que estamos en una sociedad, que vivimos al lado de personas y que nos debemos también a esas personas.
No concibo el ver las protestas de personas en contra de las medidas sanitarias que marcan los gobiernos y las autoridades sanitarias de cada nación. No concibo el egoísmo de exigir mi libertad en aras de perjudicar a otros seres humanos. Esa rebeldía a no vacunarse, a no cuidarse, a no cuidar a los demás ha hecho que la plaga de la Pandemia siga avanzando. Y claro eso incluye a gobernantes sin escrúpulos que no son capaces de proteger a sus gobernados.
Tenemos la obligación, y ahora es buen momento, para reflexionar y hacerlo; de ser HUMANITARIOS. El ser humanitario significa reconocer que cuando una persona se encuentra en estado de sufrimiento todos somos responsables de actuar para ayudarle. El humanitarismo impulsa a la gente a salvar vidas, aliviar el sufrimiento y promover la dignidad humana.
Pues en este tenor es que nosotros las personas que nos deseamos lo mejor, que nos deseamos felicidad, que queremos ver cómo termina esta pesadilla debemos actuar no solo para nuestro bien, sino para el bien de nuestra familia y nuestra comunidad.
Así que los invito a cada uno de ustedes a sumarse por el bien de los demás, a tener conciencia para tener una vida más digna, a realizar las acciones necesarias para apoyarnos y salir adelante de este desastre sanitario.
Feliz Navidad y que la bendición de Dios los acompañe en el venidero 2022.
Tomás Trueba Gracián