Con una aceptación del 71 por ciento, con el 59 por ciento de la población respondiendo en las encuestas que para 2024 votarán por quien dé continuidad a su proyecto de nación, y evaluado como el segundo presidente del mundo más popular, Andrés Manuel López Obrador, AMLO, el Peje, ¡mi cabecita santa de algodón!, dio una muestra de puro músculo el pasado 1 de diciembre al reunir a 200 mil personas en el zócalo para el AMLOFEST.
Sólo por comparar el total de las fuerzas armadas de México es de 214 mil 596 efectivos.
El Peje es el presidente más popular desde Lázaro Cárdenas o de Adolfo López Mateos, aunque ya nadie se acuerda de éste y acá es donde hay que reconocer que Hitler tenía razón.
Sí, Hitler, el dictador alemán que quería dominar al mundo tal villano de caricatura.
Resulta que este wey (Hitler), además de organizar holocaustos también escribió un librito llamado Mi Lucha, donde justificaba sus ideas políticas. Justamente al explicar su postura nacionalista y su rechazo a la democracia escribió (y estoy parafraseando): “nunca será suficientemente rebatida la idea de que de la democracia surge gente preparada para gobernar”.
Esta expresión ya debería ser usada por nuestros amigos panistas y priistas contra nuestro majestuoso timonel para menoscabar sus habilidades de mando, sobre todo considerando que el mismo Platón esgrimía argumentos en contra del voto popular. La razón por la que no lo han hecho es porque no leen ni a Hitler ni a Platón; y si lo hicieran se estarían escupiendo en la cara.
Me acuerdo de AMLO cuando tomó el zócalo y se declaró presidente legítimo, allá en el lejano 2006, con su águila plateada imperial. Reconozco que me parecía un loco y aunque sigo en contra de secuestrar la ciudad completa ahora creo que Hitler tenía razón.
Después de la segunda derrota del Peje y tras haber leído el libro del dictador más famoso de la historia, confirmé, reiteré, que Andrés Manuel López Obrador estaba y está loco, pero comprendí que quizá es el tipo de loco que México necesita. Decía Hitler que los pueblos necesitan líderes, no administradores; y los estados modernos han pasado de los líderes y han dejado a administradores frente al Estado como si se tratara de una miscelánea.
Líderes –decía Hitler- elegidos directamente por la mayoría en demostraciones de fervor popular, sin el filtro de la democracia. Porque un líder es una persona en quien se confía y respeta, porque ha demostrado ser digno de tales afectos.
Sólo un líder recorre los 2 mil 471 municipios del país y la capital, aunque le haya tomado 12 años; sólo un líder pone primero a la gente que a los contratos y he ahí el fallo del neoliberalismo, contra el que también se pronuncia Hitler: querer poner a la empresa privada sobre el pueblo va en contra de la naturaleza del Estado.
Por eso nuestro líder dio un manotazo sobre la mesa y tumbó el multimillonario contrato del aeropuerto y por eso se lo aplaudimos, aunque nos cueste, porque el Estado no es un mercado, porque el pueblo es primero y su dignidad es más valiosa.